
La relación entre la libertad de expresión, como
derecho fundamental que permite a los individuos expresar sus pensamientos,
ideas y opiniones sin temor a represalias; y la censura como la necesidad de
regular el contenido en las redes sociales es un desafío contemporáneo que
requiere un enfoque equilibrado. Actualmente, las redes sociales
como Facebook, X (anteriormente
Twitter), TikTok e Instagram son una herramienta poderosa para el activismo, la
movilización social y la difusión de información; sin embargo, esta evolución
también ha traído consigo el surgimiento de desafíos relacionados con la
moderación del contenido, el discurso del odio y la desinformación. A su vez,
esta tensión se agrava por la dificultad que existe al intentar controlar el
contenido en un entorno tan dinámico e inestable, las decisiones sobre qué
comentarios se deben restringir y cuáles deben ser permitidos, a menudo se ven
influidos por sesgos, intereses comerciales y presiones externas, lo que
complica aún más la problemática. Por lo que, el objetivo del siguiente
artículo es encontrar ese punto de equilibrio que proteja a los internautas del
contenido dañino, y establecer esos criterios claros y justos para la
moderación y protección en la libertad de expresión, al mismo tiempo que
garantice un entorno seguro y respetuoso. A través de analizar y reflexionar
las diversas consecuencias negativas que produce el no restringir el contenido
en las redes sociales y resaltando la importancia que conlleva su uso
responsable. De este modo, nos exponemos a favor de la regulación responsable
en el contenido de las publicaciones y los comentarios que puedan afectar el
bienestar mental, físico y la dignidad de los usuarios en las redes sociales,
pero sin restringir innecesariamente la libertad de expresión y caer en la
censura excesiva que podría limitar el debate público.
En primer lugar, un aspecto importante a considerar
es la desinformación, esta se extiende más allá de las limitaciones
comunicativas que se creían predominantes. Recientemente, se evidencia la vasta
difusión de contenido engañoso o perjudicial, facilitada por su fácil
publicación y la escasez de filtros que legitiman su veracidad. Por otro lado,
el desconocimiento de los padres frente a la constante modernización y difusión
de información, es también otro ítem alarmante en el contexto de la regulación del
contenido que visualizan sus hijos, pues las mentes más jóvenes son las más
vulnerables a estos entornos informativos, así lo indican los resultados de la
“Encuesta sobre Percepciones y Experiencias Digitales en torno al: Ciberacoso,
Grooming, Retos virales peligrosos y Extorsión”, realizada a más de tres mil
niñas, niños y adolescentes de entre 10 y 17 años, así como a padres de
familia, cuidadores, educadores y directores. Los resultados revelan que el 54%
de la muestra sufrió ciberacoso o ciberbullying; el 26% participó en desafíos
virales arriesgados; el 9% experimentó grooming; el 4% fue víctima de extorsión; y el 7% accedió a material sexual de menores. Además, casi el 50%
de los progenitores encuestados manifiestan que sus hijos no se sienten seguros
navegando por Internet, y aproximadamente el 30% desconoce cómo contrarrestar
estos problemas o los medios a los cuales acudir para presentar denuncias. En
otras palabras, la información circula a una velocidad sin precedentes, el
fácil acceso a contenido engañoso o perjudicial puede tener consecuencias
graves, especialmente para las mentes jóvenes que aún están formando su
comprensión del mundo; por lo que es vital promover un entorno donde la
educación digital y la conciencia sobre la desinformación sean prioridades,
solo así podremos empoderar a las nuevas generaciones para que naveguen de
manera segura y dispongan de ese pensamiento crítica en el gran océano de
información que es el internet. Esto no solo prevendrá a los jóvenes de
amenazas inmediatas, sino que también fomentará un futuro donde la verdad y la
responsabilidad informativa sean valores centrales.
El siguiente tema perjudicial es el ciberbullying,
un término que ha demostrado ser de gran relevancia en las últimas décadas por
el papel fundamental que desempeña el internet en el cotidiano vivir, pero
¿alguna vez te has puesto a pensar si es lo mismo el ciberbullying que el
ciberacoso?, la respuesta es no; al contrario, ambas palabras pese a compartir
el mismo origen problemático, corresponden a dos conceptos diferentes, mientras
que el ciberbullying se refiere exclusivamente al acoso entre dos menores por
medio de plataformas digitales, el ciberacoso engloba todo hostigamiento en
línea aplicado entre adulto-niño o adulto-adulto. Asimismo, el Centro de
Investigación sobre el Ciberbullying [Cyberbullying Research Center] señala
aquellos elementos que contribuyen a la distinción del ciberbullying:
intencionalidad, repetición, daño y el uso de dispositivos electrónicos, siendo
está la principal diferencia que se puede encontrar entre el acoso digitalizado
del acoso tradicional; estas características son reafirmados por Mirza, et al. (2020) al postular que los seres humanos tienden a repetir conductas sin
cuestionarse el motivo, con tal de obtener una recompensa, así se puede
evidenciar cuando el que fue víctima se convierte en agresor para no volver a
pasar por lo mismo. Por consiguiente, es necesario saber diferenciar cuándo se
deben usar estos términos para abordar eficazmente dicha problemática digital
por medio de la implementación de estrategias preventivas más adecuadas y se
concientice sobre el impacto, de por vida, que generan estas concepciones. En
general, el vínculo entre el ciberbullying y el ciberacoso con la tesis se
puede entender como una consecuencia de una libertad de expresión sin límites,
si existieran parámetros de restricción, habría controles sobre ciertas
palabras y la prohibición de la publicación de imágenes inapropiadas. En este
contexto, el uso de la inteligencia artificial podría convertirse en una
herramienta valiosa, puesto que podría detectar cuándo una conversación se está
desviando hacia amenazas, violencia u otros comportamientos alarmantes, su
implementación permitiría proteger a los usuarios mediante la restricción o
eliminación de cuentas en las redes sociales.
Por otra parte, la libertad de expresión, aunque
fundamental, no es un derecho absoluto, como se puede inferir mediante el
Artículo 1° de la Constitución Peruana (1993), donde se resalta "la
defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad como fin supremo de la
sociedad y del Estado", bajo esta premisa, si bien todos tenemos derecho a
expresar nuestras ideas, esta libertad debe ejercerse con responsabilidad y sin
vulnerar el honor, la imagen o la reputación de los demás, pues en la falta de
este artículo, está protegido por garantías constitucionales, como el hábeas
corpus y la acción de amparo, encargados de favorecer a los individuos de
posibles abusos en el ejercicio de este derecho. De esta manera, en las
plataformas como Facebook, X, TikTok e Instagram, el riesgo en que la desmesura
de libertad de expresión da lugar a conductas dañinas como el acoso, la
difamación y el ciberbullying, los cuales están penados por la ley. Por
ejemplo, de acuerdo con el Ministerio Público - Fiscalía de la Nación (2024),
la difamación es "el daño a la imagen o reputación de una persona
públicamente", y se sanciona con una pena privativa de libertad de hasta
dos años y una multa; otro caso es el tema del ciberbullying sancionado con
diferentes medidas dependiendo de la edad del agresor, tal como establece la
Presidencia del Consejo de Ministros (2024), “los agresores mayores de 14 años
pueden enfrentar medidas socioeducativas, como tutoría o libertad restringida,
mientras que los menores de 14 años pueden recibir apoyo dentro del hogar o ser
ingresados en programas de protección”; es importante mencionar a una de las
actividades ilegales más preocupantes en las redes sociales como lo es la
distribución de material con connotación sexual de menores de edad y son estos escenarios
donde este tipo de contenido circula, lo que constituye una grave violación de
los derechos humanos, este delito, que afecta gravemente la integridad de los
menores, fue tipificado en el Código Penal Peruano mediante la Ley N° 30096 en
2013, y es castigado con penas de entre seis y diez años de prisión, según el
Artículo 129-M. Ejemplos como estos, en los cuales se demuestran las sanciones
legales y se resalta el peligro que puede significar el no reglamentar el
contenido de las redes, pues esta problemática no solo trae este tipo de
sanciones sino también lleva consigo el daño en la salud mental de las víctimas
y las graves consecuencias físicas como consecuentes de estas cuestiones,
enfermedades como el estrés, la ansiedad, el insomnio, reflejan en el cuerpo
problemas como los trastornos alimenticios y el consumo de sustancias ilícitas
para lidiar con la carga emocional, dado en casos más graves.
Por último, la desensibilización de la sociedad
surge como respuesta al fácil acceso de contenido violento,
lo cual no solo incrementa las
conductas agresivas, sino que genera un espectro más amplio de problemas
psicológicos y conductuales. En relación con este problema, se realizó una
investigación hecha con jóvenes adultos de entre 18 y 24 años divididos en 2
grupos, se evidencia, en el grupo experimental que 76% de los participantes
calificaron el vídeo, reproducido en la prueba, como nada o algo violento;
mientras que solo el 24% lo consideran bastante o muy violento. Por otra parte,
en el grupo control el 92% de los sujetos consideró el vídeo bastante o muy
violento, mientras que únicamente dos de ellos lo calificaron como algo
violento. El análisis de los resultados finales, sugiere que una mayor
exposición a contenido violento podría estar asociada con una mayor
sensibilización, pues al comparar ambos grupos (control y experimental), se
observó que quienes estuvieron expuestos a la condición experimental
percibieron el video final como menos violento (Lago, 2022). Teniendo en cuenta
lo mencionado, la desensibilización hacia la violencia reduce las emociones
negativas y la angustia que esta provoca y afecta la empatía o el interés por
las víctimas, disminuye la culpabilidad, la responsabilidad emocional y la
percepción de la gravedad de los actos violentos cometidos por los agresores;
además, incrementa el acceso a pensamientos violentos y la predisposición a
realizarlas, mientras que aumenta las emociones positivas relacionadas con la
violencia, llegando incluso a generar agrado al prever o presenciar este tipo
de situaciones (Galán y Preciado, 2014, p. 79).
En conclusión, la libertad de expresión en redes
sociales es crucial, pero su mal uso plantea problemas como la desinformación,
el ciberacoso y la difusión de contenido violento. Esto requiere medidas de
censura que protejan a los usuarios sin reprimir opiniones legítimas, se deben
establecer políticas claras, en el contenido de las redes sociales, para
combatir estos desafíos sin caer en la censura injusta, y los gobiernos deben
comprometerse a regular de manera equilibrada pero sin restringir el libre discurso,
nosotros propusimos como herramienta de ayuda la Inteligencia Artificial para
detectar ciertas palabras obscenas o imágenes muy reveladoras, esto con el
propósito de prever todas las consecuencias tratadas en el artículo. El reto es
mantener un equilibrio donde la seguridad de los usuarios y la libertad de
expresión coexistan en un entorno digital saludable y democrático.