La apertura del puerto de Chancay en noviembre de 2024, uno de los mega puertos más grandes de América Latina, se espera fortalecer las relaciones comerciales entre Perú y China. Este proyecto emblemático, financiado en gran parte por capital chino, plantea tanto expectativas como incertidumbres respecto a las acciones futuras del gigante asiático. Desde hace años, China y Perú han mantenido acuerdos comerciales en los que el país asiático se ha consolidado como el principal destino de las exportaciones peruanas, contribuyendo significativamente al Producto Bruto Interno (PBI) nacional. Sin embargo, algunos estudios advierten sobre la desigualdad de esta relación, marcada por las asimetrías en términos de poder económico y estratégico.

China ha intensificado sus esfuerzos por expandir su influencia global, compitiendo directamente con otras potencias, especialmente Estados Unidos. En este contexto, la inversión en infraestructura estratégica como el puerto de Chancay responde no solo a intereses económicos, sino también a objetivos geopolíticos, consolidando su posición como un inversor clave en la región. Esta estrategia podría aumentar la dependencia de Perú respecto al capital chino, lo que ha generado debates sobre los posibles riesgos y beneficios de esta dinámica.

A pesar de estas preocupaciones, los acuerdos bilaterales no tienen por qué ser completamente perjudiciales. La entrada de nuevos capitales puede fomentar el crecimiento económico, generar empleo y posicionar a Perú como un actor relevante en el comercio internacional, atrayendo nuevas oportunidades de inversión y colaboración. En este sentido, aunque la influencia de China sobre Perú es considerable, el país tiene el potencial de obtener una serie de beneficios que, bien gestionados, podrían superar las desventajas asociadas al control ejercido por la potencia asiática.

Las empresas están buscando activamente ingresar a mercados internacionales, especialmente en Asia y América Latina, para expandir su alcance y ventas, esto no se ha visto desapercibido por dichos países, al contrario, están trabajando conjuntamente para establecer acuerdos que generen beneficios mutuos mediante una serie de filtros que los clasifican como aptos para negociar. En tanto, dichos socios comerciales cuentan con un formidable soporte de dicha economía, permitiendo la apertura a nuevos ámbitos, destacándose en el tecnológico por tratar de primera mano con marcas como Huawei y Minmetals, obteniendo nuevas oportunidades en infraestructura y tecnología, y en consecuencia, un impulso a la competitividad regional. Demostrando así su capacidad para destacar a nivel internacional, transgrediendo la idea limitante que aludía una imagen exclusiva de exportador primario por una más refinada y con proyección económica internacional. 

La estrategia empleada por las empresas incluye la identificación de oportunidades en sectores clave que complementan su oferta principal, buscando nuevas oportunidades de crecimiento, es decir, dicha investigación permite diversificar riesgos y aprovechar tendencias emergentes en el mercado. En este sentido, los socios intentan constantemente conseguir una innovación en productos y servicios complementarios, comprendiendo su fundamentalidad para satisfacer las necesidades cambiantes de los consumidores y mejorar la propuesta de valor  (Blázquez-Lidoy et al.,2009). 

En suma, se considera un enfoque positivo frente a la negociación llevada entre China y Perú, destacando la posibilidad de maximizar sus recursos, partiendo de una cooperación entre los países de América Latina y el Caribe (ALC), considerada como oportunidad de oro que podría resultar en eficiencias operativas y en la creación de ofertas más competitivas en el mercado.

Según Francke (2024) el comercio y las inversiones de China en el Perú generan un patrón desigual que favorece el desarrollo industrial y económico del país asiático a expensas del Perú, pues no están diseñadas para beneficiar al desarrollo económico del país, sino que refuerzan el modelo extractivista que perpetúa la dependencia de materias primas y limita el crecimiento industrial y tecnológico del país. Sin embargo, la creciente presencia de China en el Perú, a través de inversiones estratégicas y el comercio bilateral, no debe entenderse únicamente como una relación desigual y perjudicial para el desarrollo peruano, sino como una oportunidad para diversificar la economía, modernizar la infraestructura y potenciar el acceso a tecnologías avanzadas, siempre y que el Perú adopte una estrategia activa y negociadora. 

La inversión china en proyectos como el puerto de Chancay puede convertirse en una herramienta para mejorar la logística comercial peruana, facilitando el acceso a mercados internacionales. Esto representa una oportunidad para que el Perú diversifique su economía al mejorar la conectividad comercial. Además, la participación China en el sector eléctrico, contribuye a la estabilidad energética del país, y abre la posibilidad de integrar tecnologías avanzadas, como paneles solares y vehículos eléctricos, favoreciendo la transición hacia una economía más sostenible. El acceso a tecnologías y bienes más accesibles, es otro punto importante, donde la importación de productos tecnológicos chinos, como celulares, computadoras y vehículos eléctricos, permite al Perú adquirir bienes a menores precios, que de otro modo serían inaccesibles o costosos, contribuyendo al acceso generalizado a tecnologías modernas. A su vez, la fuerte demanda china de materias primas asegura mercados estables para sectores clave de la economía peruana, como la minería y la pesca, permitiendo un flujo constante de divisas.

Entonces, la tesis de la percepción en la desigualdad de relaciones comerciales es más una consecuencia de la ausencia de políticas nacionales sólidas que definan las condiciones del intercambio. Por lo que en vez de culpar a China, el Perú debe exigir transferencias de tecnología, inversión en plantas locales y cumplimiento de estándares laborales y ambientales. Países vecinos han implementado salvaguardias y acuerdos estratégicos con China para proteger sectores vulnerables y fomentar su desarrollo interno. El Perú puede seguir ese camino, negociando ventajas específicas para su economía.

En síntesis, las críticas hacia la presencia china en el Perú son válidas en algunos aspectos, pero no justifican la condena generalizada. Si el Perú asume un papel más activo en la negociación de las condiciones comerciales y de inversión, podría transformar esta relación en una vía para su desarrollo económico sostenible y diversificado.

Si bien se han expresado preocupaciones sobre la relación comercial entre Perú y China, es fundamental reconocer que esta asociación también ofrece oportunidades significativas que pueden ser aprovechadas para el desarrollo del país. La inversión china en infraestructura, como el puerto de Chancay, no solo mejora la logística, sino que también posiciona a Perú como un hub comercial en la región, facilitando el acceso a mercados internacionales. Además, la demanda de materias primas por parte de China ha sido un motor clave para el crecimiento económico de Perú, generando empleo y contribuyendo a la reducción de la pobreza en diversas comunidades. Esta relación puede impulsar la diversificación económica; a medida que se desarrollan capacidades locales, existe un potencial real para evolucionar hacia la producción de bienes con mayor valor agregado. La colaboración con empresas chinas también puede facilitar el acceso a tecnologías avanzadas y bienes más accesibles, beneficiando a diversos sectores de la economía peruana. Asimismo, la inversión china en el sector energético puede contribuir a la estabilidad y sostenibilidad energética del país, integrando tecnologías que optimicen el uso de recursos. Por último, a medida que Perú fortalezca su economía, tendrá más poder de negociación para establecer acuerdos comerciales más justos, maximizando así los beneficios de esta relación. En lugar de ver la relación con China como un desafío, es esencial enfocarse en cómo Perú puede aprovechar estas oportunidades para fomentar un desarrollo sostenible y equitativo que beneficie a todos los peruanos.

En conclusión, la apertura del puerto de Chancay y la creciente influencia económica de China en Perú marcan un hito en las relaciones comerciales entre ambos países. Si bien las inversiones chinas ofrecen una oportunidad de diversificación económica y crecimiento, también plantean desafíos asociados a la dependencia de materias primas y a las asimetrías en el poder económico. La clave para que esta relación sea mutuamente beneficiosa radica en una negociación activa por parte de Perú, que le permita asegurar condiciones justas en los acuerdos comerciales e inversiones estratégicas.

Asimismo, el desarrollo de infraestructuras clave, como el puerto de Chancay, tiene el potencial de posicionar a Perú como un actor relevante en el comercio internacional, especialmente en el contexto de la demanda global de materias primas. Sin embargo, el éxito de esta relación dependerá de que el país implemente políticas que favorezcan la transferencia tecnológica, el fortalecimiento de sectores industriales locales y el cumplimiento de altos estándares laborales y ambientales. Es esencial que Perú logre equilibrar los beneficios inmediatos con el impulso a un desarrollo más sostenible a largo plazo.

Finalmente, aunque las críticas hacia la presencia china son válidas en ciertos aspectos, el enfoque debe centrarse en las oportunidades de crecimiento y modernización que esta relación ofrece. Con la implementación de estrategias adecuadas, Perú puede transformar su relación con China en una vía para un desarrollo económico más diversificado, reduciendo la vulnerabilidad de su modelo extractivista y potenciando sectores clave como la tecnología y la industria. La clave está en gestionar esta relación con visión estratégica y una postura negociadora que ponga los intereses nacionales en primer lugar.









Referencias

Blázquez-Lidoy, J., Rodríguez, J. y Santiso, J. (2009). ¿Ángel o demonio? Impacto del comercio con China en los mercados emergentes de América Latina. OECD Publishing, pp. 52-58. https://doi.org/10.1787/9789264065017-es

Francke, F. (15 de noviembre de 2024). El juego de China en el Perú. Hildebrandt en sus trece.


 

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La relación entre la libertad de expresión, como derecho fundamental que permite a los individuos expresar sus pensamientos, ideas y opiniones sin temor a represalias; y la censura como la necesidad de regular el contenido en las redes sociales es un desafío contemporáneo que requiere un enfoque equilibrado. Actualmente, las redes sociales como Facebook, X (anteriormente Twitter), TikTok e Instagram son una herramienta poderosa para el activismo, la movilización social y la difusión de información; sin embargo, esta evolución también ha traído consigo el surgimiento de desafíos relacionados con la moderación del contenido, el discurso del odio y la desinformación. A su vez, esta tensión se agrava por la dificultad que existe al intentar controlar el contenido en un entorno tan dinámico e inestable, las decisiones sobre qué comentarios se deben restringir y cuáles deben ser permitidos, a menudo se ven influidos por sesgos, intereses comerciales y presiones externas, lo que complica aún más la problemática. Por lo que, el objetivo del siguiente artículo es encontrar ese punto de equilibrio que proteja a los internautas del contenido dañino, y establecer esos criterios claros y justos para la moderación y protección en la libertad de expresión, al mismo tiempo que garantice un entorno seguro y respetuoso. A través de analizar y reflexionar las diversas consecuencias negativas que produce el no restringir el contenido en las redes sociales y resaltando la importancia que conlleva su uso responsable. De este modo, nos exponemos a favor de la regulación responsable en el contenido de las publicaciones y los comentarios que puedan afectar el bienestar mental, físico y la dignidad de los usuarios en las redes sociales, pero sin restringir innecesariamente la libertad de expresión y caer en la censura excesiva que podría limitar el debate público.

En primer lugar, un aspecto importante a considerar es la desinformación, esta se extiende más allá de las limitaciones comunicativas que se creían predominantes. Recientemente, se evidencia la vasta difusión de contenido engañoso o perjudicial, facilitada por su fácil publicación y la escasez de filtros que legitiman su veracidad. Por otro lado, el desconocimiento de los padres frente a la constante modernización y difusión de información, es también otro ítem alarmante en el contexto de la regulación del contenido que visualizan sus hijos, pues las mentes más jóvenes son las más vulnerables a estos entornos informativos, así lo indican los resultados de la “Encuesta sobre Percepciones y Experiencias Digitales en torno al: Ciberacoso, Grooming, Retos virales peligrosos y Extorsión”, realizada a más de tres mil niñas, niños y adolescentes de entre 10 y 17 años, así como a padres de familia, cuidadores, educadores y directores. Los resultados revelan que el 54% de la muestra sufrió ciberacoso o ciberbullying; el 26% participó en desafíos virales arriesgados; el 9% experimentó grooming; el 4% fue víctima de extorsión; y el 7% accedió a material sexual de menores. Además, casi el 50% de los progenitores encuestados manifiestan que sus hijos no se sienten seguros navegando por Internet, y aproximadamente el 30% desconoce cómo contrarrestar estos problemas o los medios a los cuales acudir para presentar denuncias. En otras palabras, la información circula a una velocidad sin precedentes, el fácil acceso a contenido engañoso o perjudicial puede tener consecuencias graves, especialmente para las mentes jóvenes que aún están formando su comprensión del mundo; por lo que es vital promover un entorno donde la educación digital y la conciencia sobre la desinformación sean prioridades, solo así podremos empoderar a las nuevas generaciones para que naveguen de manera segura y dispongan de ese pensamiento crítica en el gran océano de información que es el internet. Esto no solo prevendrá a los jóvenes de amenazas inmediatas, sino que también fomentará un futuro donde la verdad y la responsabilidad informativa sean valores centrales.

El siguiente tema perjudicial es el ciberbullying, un término que ha demostrado ser de gran relevancia en las últimas décadas por el papel fundamental que desempeña el internet en el cotidiano vivir, pero ¿alguna vez te has puesto a pensar si es lo mismo el ciberbullying que el ciberacoso?, la respuesta es no; al contrario, ambas palabras pese a compartir el mismo origen problemático, corresponden a dos conceptos diferentes, mientras que el ciberbullying se refiere exclusivamente al acoso entre dos menores por medio de plataformas digitales, el ciberacoso engloba todo hostigamiento en línea aplicado entre adulto-niño o adulto-adulto. Asimismo, el Centro de Investigación sobre el Ciberbullying [Cyberbullying Research Center] señala aquellos elementos que contribuyen a la distinción del ciberbullying: intencionalidad, repetición, daño y el uso de dispositivos electrónicos, siendo está la principal diferencia que se puede encontrar entre el acoso digitalizado del acoso tradicional; estas características son reafirmados por Mirza, et al. (2020) al postular que los seres humanos tienden a repetir conductas sin cuestionarse el motivo, con tal de obtener una recompensa, así se puede evidenciar cuando el que fue víctima se convierte en agresor para no volver a pasar por lo mismo. Por consiguiente, es necesario saber diferenciar cuándo se deben usar estos términos para abordar eficazmente dicha problemática digital por medio de la implementación de estrategias preventivas más adecuadas y se concientice sobre el impacto, de por vida, que generan estas concepciones. En general, el vínculo entre el ciberbullying y el ciberacoso con la tesis se puede entender como una consecuencia de una libertad de expresión sin límites, si existieran parámetros de restricción, habría controles sobre ciertas palabras y la prohibición de la publicación de imágenes inapropiadas. En este contexto, el uso de la inteligencia artificial podría convertirse en una herramienta valiosa, puesto que podría detectar cuándo una conversación se está desviando hacia amenazas, violencia u otros comportamientos alarmantes, su implementación permitiría proteger a los usuarios mediante la restricción o eliminación de cuentas en las redes sociales.

Por otra parte, la libertad de expresión, aunque fundamental, no es un derecho absoluto, como se puede inferir mediante el Artículo 1° de la Constitución Peruana (1993), donde se resalta "la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad como fin supremo de la sociedad y del Estado", bajo esta premisa, si bien todos tenemos derecho a expresar nuestras ideas, esta libertad debe ejercerse con responsabilidad y sin vulnerar el honor, la imagen o la reputación de los demás, pues en la falta de este artículo, está protegido por garantías constitucionales, como el hábeas corpus y la acción de amparo, encargados de favorecer a los individuos de posibles abusos en el ejercicio de este derecho. De esta manera, en las plataformas como Facebook, X, TikTok e Instagram, el riesgo en que la desmesura de libertad de expresión da lugar a conductas dañinas como el acoso, la difamación y el ciberbullying, los cuales están penados por la ley. Por ejemplo, de acuerdo con el Ministerio Público - Fiscalía de la Nación (2024), la difamación es "el daño a la imagen o reputación de una persona públicamente", y se sanciona con una pena privativa de libertad de hasta dos años y una multa; otro caso es el tema del ciberbullying sancionado con diferentes medidas dependiendo de la edad del agresor, tal como establece la Presidencia del Consejo de Ministros (2024), “los agresores mayores de 14 años pueden enfrentar medidas socioeducativas, como tutoría o libertad restringida, mientras que los menores de 14 años pueden recibir apoyo dentro del hogar o ser ingresados en programas de protección”; es importante mencionar a una de las actividades ilegales más preocupantes en las redes sociales como lo es la distribución de material con connotación sexual de menores de edad y son estos escenarios donde este tipo de contenido circula, lo que constituye una grave violación de los derechos humanos, este delito, que afecta gravemente la integridad de los menores, fue tipificado en el Código Penal Peruano mediante la Ley N° 30096 en 2013, y es castigado con penas de entre seis y diez años de prisión, según el Artículo 129-M. Ejemplos como estos, en los cuales se demuestran las sanciones legales y se resalta el peligro que puede significar el no reglamentar el contenido de las redes, pues esta problemática no solo trae este tipo de sanciones sino también lleva consigo el daño en la salud mental de las víctimas y las graves consecuencias físicas como consecuentes de estas cuestiones, enfermedades como el estrés, la ansiedad, el insomnio, reflejan en el cuerpo problemas como los trastornos alimenticios y el consumo de sustancias ilícitas para lidiar con la carga emocional, dado en casos más graves. 

Por último, la desensibilización de la sociedad surge como respuesta al fácil acceso de contenido violento, lo cual no solo incrementa las conductas agresivas, sino que genera un espectro más amplio de problemas psicológicos y conductuales. En relación con este problema, se realizó una investigación hecha con jóvenes adultos de entre 18 y 24 años divididos en 2 grupos, se evidencia, en el grupo experimental que 76% de los participantes calificaron el vídeo, reproducido en la prueba, como nada o algo violento; mientras que solo el 24% lo consideran bastante o muy violento. Por otra parte, en el grupo control el 92% de los sujetos consideró el vídeo bastante o muy violento, mientras que únicamente dos de ellos lo calificaron como algo violento. El análisis de los resultados finales, sugiere que una mayor exposición a contenido violento podría estar asociada con una mayor sensibilización, pues al comparar ambos grupos (control y experimental), se observó que quienes estuvieron expuestos a la condición experimental percibieron el video final como menos violento (Lago, 2022). Teniendo en cuenta lo mencionado, la desensibilización hacia la violencia reduce las emociones negativas y la angustia que esta provoca y afecta la empatía o el interés por las víctimas, disminuye la culpabilidad, la responsabilidad emocional y la percepción de la gravedad de los actos violentos cometidos por los agresores; además, incrementa el acceso a pensamientos violentos y la predisposición a realizarlas, mientras que aumenta las emociones positivas relacionadas con la violencia, llegando incluso a generar agrado al prever o presenciar este tipo de situaciones (Galán y Preciado, 2014, p. 79). 

En conclusión, la libertad de expresión en redes sociales es crucial, pero su mal uso plantea problemas como la desinformación, el ciberacoso y la difusión de contenido violento. Esto requiere medidas de censura que protejan a los usuarios sin reprimir opiniones legítimas, se deben establecer políticas claras, en el contenido de las redes sociales, para combatir estos desafíos sin caer en la censura injusta, y los gobiernos deben comprometerse a regular de manera equilibrada pero sin restringir el libre discurso, nosotros propusimos como herramienta de ayuda la Inteligencia Artificial para detectar ciertas palabras obscenas o imágenes muy reveladoras, esto con el propósito de prever todas las consecuencias tratadas en el artículo. El reto es mantener un equilibrio donde la seguridad de los usuarios y la libertad de expresión coexistan en un entorno digital saludable y democrático.